jueves, 5 de febrero de 2009

Espectador

Cara a cara by Athalbull.



De vez en cuando me siento en un banquito de un lugar público a observar a la gente que pasa por mi semblante y por mis sombras laterales, a su vez, escucho (cuando puedo, ya que soy medio sordo) a los que se ubican detrás de mi. Es increíble lo mucho que uno puede aprender de las personas, para bien o para mal. Me he dado cuenta que mi vida es mucho más simple de lo que yo pensaba. No tengo problemas con el IRS, Hacienda, bancos, tarjetas de crédito, carro, la maldita tarjeta de Sears o de cualquier otra mega tienda que se esté comiendo a los pequeños y medianos comerciantes. A todos quienes observo y logro captar sus palabras tienen un problema relacionado con lo ya enumerado.

Tengo un buen techo, comida (claro, siendo honesto con mi cheque de quincena), ojos para leer una buena lectura, inteligencia para tener la capacidad de entender a todo tipo de persona, aunque tengo que admitir que no he desarrollado la paciencia para soportar a los no muy sabios o a los demasiado inteligentes. Observo a gente que está perdida en su alma y no encuentran ningún tipo de dirección. Es decir, sus brújulas morales apuntan hacia el infinito, o peor aún, no apuntan hacia algún lado. Observo y escucho a mucha gente sucumbir ante todo tipo de tentación, ya sean drogas, prostitución, “chillería”, soborno, etc., por lo que me pregunto si el gran escritor Oscar Wilde tenía razón en una cita que no puedo olvidar de unos de sus libros que me encantó tanto "The Portrait of Dorian Gray" y lee como sigue: “The only way to get rid of a temptation is to yield to it. Resist it, and your soul grows sick with longing for the things it has forbidden to itself.” Esta gente a quien observo se darán cuenta de que cada acto tiene consecuencias y repercusiones?? Puede ser entonces que aún no han aprendido lo que yo he aprendido a la buena y a la mala? La tentación es bien dulce y dura lo que dura el sabor del azúcar en tu boca, pero es amarga cuando las consecuencias llegan solitas a tu puerta y es tan duradera como una espiga en el corazón. Por lo tanto, la gente no ha aprendido de eso? O es que se rehúsan a resistir la tentación??

Bueno, yo no puedo darme con piedras en el pecho, ya que yo sucumbo a tentaciones con mucha frecuencia. Veo un bizcocho de chocolate, me lo como, si veo a una mujer sumamente atractiva que me pasa de frente, la tengo que mirar, aunque con mucho respeto; claro, si estoy muy bien acompañado no me cuesta trabajo evitar la tentación. Del mismo modo, siempre tengo la tentación de menospreciar a las personas que no aportan nada productivo a mi mente y a mi vida. Claro, es irónico, ya que yo no he aportado nada significativo a este mundo. Siempre habla el que menos puede. Menos mal que aún soy hipócrita conmigo mismo y no me he dado a la tarea de menospreciarme. Así que debo ponerme las pilas (como dicen los cubanos) y hacer algo que verdaderamente me marque antes de que llegue ese nefasto día en el que yo me deje de valorar como contribuyente a la sociedad y como ser humano.

Qué quiero decir?? Que yo menosprecio a los practicantes rutinarios de la tentación chavacana?, o estoy buscando a unos conejillos de india para sentirme superior a los demás?? Quizás deba cambiarme de banquillo en donde sentarme (cualquiera diría que me siento en un banquillo en el medio de las fiestas patronales de Carolina. Wepa!!! lo hice otra vez). Mejor aún, quizás debo sentarme en cualquier banquillo como un mero espectador y juzgarme yo mismo, en vez de echarle todo el peso de la moralidad a mis amigos/desconocidos pecadores. Total, el peso de la prueba para probar mi inmoralidad la tienen todos menos este servidor. A mí me existe la presunción de moral, santo y bueno como le existe a los demás y si yo soy un mero espectador no puedo juzgar, eso solo lo puede hacer el/la que está allá arriba. Quiere decir entonces que el propósito de observar a las personas que me rodean debe ser relajarme y entretenerme de manera frugal. Yo hago esto mismo cuando viajo a diferentes países y siempre llego a la conclusión de que somos y no somos diferentes. No somos diferentes en que sucumbimos hacia las mismas tentaciones. Somos diferentes en la manera en que las justificamos. A la fin y a la postre, todos tenemos que justificar nuestras peripecias para cuando nos toque argumentar ante el verdadero tribunal celestial sonemos con algun o cierto sentido moral.


Continuaré……

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